La complejidad de las sociedades modernas, hace inútil la tradicional lucha contra el delito desde la reacción policial y el sistema penal en general. El mantenimiento del orden y persecución del delincuente ha sido a lo largo de los años, el principal papel de todo el aparato de control social formal. El sistema penal era la respuesta fundamental y prácticamente única al delito de todo tipo.
La persecución del delincuente era, desde esta perspectiva, el objeto fundamental de la policía. Hoy sin embargo la criminología moderna reconoce la importancia fundamental de la situación en el desarrollo de los delitos. El delito se produciría, desde la perspectiva situacionalita, cuando confluyen el posible delincuente, la víctima u objetivo apropiado y el entorno adecuado.
Para que la lucha de la policía sea eficaz, debe centrarse en algo más que la exclusiva atención al presunto delincuente; también debe considerar las víctimas o blancos potenciales, así como el entorno social, ambiental y de todo tipo en el que éste se pueda producir. Así la prevención adquiere en este contexto un valor fundamental. Para que esa prevención situacional se pueda producir habría que tener en cuenta los siguientes aspectos:
• Prioridad a las zonas de la ciudad o a los barrios potencialmente más problemáticos, como son los espacios abiertos, zonas de ocio, jardines, etc.
• Potenciación de la interrelación plena entre el sector público y especialmente la policía, el sector privado tanto comercial como no comercial, las asociaciones de todo tipo y los ciudadanos en general.
• Adopción de una perspectiva global que aborde los aspectos sociales, políticos, económicos, educativos y técnicos de la zona de conflicto.
Pero en la práctica, eso implicaría muchos cambios en las organizaciones policiales. Y más que nada supone un cambio cultural en todo el colectivo policial. Pero antes de pensar en ello nos debemos plantear como la policía se ve asimismo y que tipo de policía queremos nosotros en realidad. Un paso podría ser evitar que el policía se convierta en un elemento más del mobiliario urbano y aspirando a un policía profesional, y esto implica que la toma de decisiones no sea patrimonio de un sector de la organización, sino de todos los profesionales implicados, empezando por el policía de base.
Cada policía debe de ser consciente de su propia responsabilidad sobre el territorio o sobre una función determinada. Naturalmente no es posible hablar de participación si el policía no dispone de la información suficiente para abordar el problema y de unas estructuras que faciliten la plena coordinación entre unidades y entre cuerpos policiales distintos.
En general, los programas de actuación policial han de ser programas interdisciplinarios. El policía no es un asistente social, ni un abogado, ni un psicólogo, pero debe formar parte, junto con estos y otros profesionales y departamentos de los equipos que diseñan y ejecutan los programas de actuación. No se puede hablar hoy de inmigración, drogas, circulación y otros temas similares desde la perspectiva únicamente policial, sin tener en cuenta que la policía forma parte de un sistema social mucho más complejo.
En un sistema social bien cohesionado, el aparato de control social informal es el principal método de regulación del comportamiento individual para poder convivir en sociedad. El control formal coactivo, con sus prisiones, el uso de la fuerza, y el régimen sancionador de todo tipo, sólo se trata de un último recurso cuando el sistema informal falla. La policía sigue pues constituyendo un aparte importante del aparato de control social coactivo y penal, pero la prevención, la mediación, la potenciación de la integración social, son instrumentos mucho más importante que la represión.
El recurso de la legislación administrativa es cada vez más importante en el seno de la policía, pero aún así, la principal herramienta del policía sigue siendo el sentido común. A pesar de ello, existen entre algunos teóricos del derecho, grandes reticencias al hablar del poder discrecional de la policía. Según ellos, si la policía debe limitarse a cumplir la ley, su poder discrecional es inoperante, pues la ley ya indica cuando y como debe actuar un policía. Sin embargo, la demanda social exige de la policía demandas concretas y la sola aplicación de la ley no proporciona actividad a la resolución de problemas. Pero esto implica unas organizaciones policiales muy interesada con el resto de agentes sociales con competencias en el tema y con los recursos suficientes para abordar el problema. La policía formal con el sistema penitenciario y judicial , los principales mecanismos de control social formal del Estado, pero con una sociedad moderna de participación de la policía en aspectos más preventivos, colaborando con otras instancias de control social informal como la familia, la escuela o los servicios sociales es cada vez más necesaria.
La búsqueda en la calidad máxima en el servicio, es un objetivo relativamente reciente en la Administración de nuestro país. En el caso de la Policía, esta búsqueda se limita a aspectos formales como la eficiencia administrativa, la mejor rentabilización de los recursos, o la adecuación de la actuación del policía a los procedimientos normativizados.
Sin embargo, en la policía local, esto casi nunca se refiere a la mejora de la calidad real fabricado por la policía: seguridad, calidad de vida o resolución de problemas. Esto se debe a la dificultad de objetivar eso conceptos, pero también a la propia concepción del papel de distintos cuerpos de policía. Esta concepción social sobre rol atribuido a la policía, ha ido configurando una cultura policial basada en la reacción por encima de la prevención, al recurso casi exclusivo al sistema penal y a la consideración del tejido social como fuente de problemas más que de soluciones.
Se demanda unas organizaciones de policía competente y profesionalizado, pero esto sólo se puede conseguir con un alto nivel de motivación y una cultura profesional acorde con esas demandas sociales.
La imagen de policía dedicado preferentemente a la persecución del pequeño delincuente desde potentes vehículos, está hoy en crisis. Hoy se deben potenciar en policía conceptos como el trabajo en equipo, la policía comunitaria, el tratamiento de los problemas sociales, o la búsqueda de la calidad máxima del servicio. Se pide en definitiva una determinada actitud por parte de las policías, que hagan fácil lo difícil y no conviertan lo fácil en difícil. Hoy ya no se admite la desproporción en el uso de los recursos, la falta de eficiencia o el abuso de autoridad. Se espera de Policía que sea un auténtico profesional.
Por otro lado, en la práctica, contrasta fuertemente la enorme ilusión y entrega de que hacen gala los policías recién ingresados en el Cuerpo, con la apatía y desmotivación que se apodera de muchos de ellos pocos años después. La sublimación de la función policial, con sus componentes añadidos de espíritu de sacrificio y entrega a los demás, da paso muchas veces a un cierto fatalismo y desinterés. La rutina y la desmotivación son un auténtico problema para los directivos de las organizaciones de policiales, dado lo extendido de estos factores. Esto hace que la búsqueda de estrategias de motivación y de enriquecimiento del puesto de trabajo, sean una necesidad inaplazable en la sociedad actual, para la propia supervivencia profesional de las organizaciones policiales como algo más que un simple conjunto de personas uniformadas.
Una policía basada en los principios de la policía comunitaria presenta en este sentido innumerables ventajas. El problema en el que se espera que intervenga el policía viene aquí definido por la propia sociedad en la que presenta sus servicios profesionales el policía. Esa participación social, debe garantizar también el adecuado control de la manera en que se realiza la actividad policial. La descentralización de las organizaciones policiales; la implicación en el territorio: las patrullas a pie; los medios técnicos adecuados; la formación; son instrumentos básicos para la detección de los problemas que afectan la seguridad ciudadana y la calidad de vida de la población. Sin embargo, es imprescindible conocer profundamente los diferentes recursos de la administración y del propio tejido social. Las políticas aplicadas en cada caso, las prioridades y los mecanismos de movilización de dichos recursos. Esto sólo es posible si la Policía no actúa como un ente aislado, sino como una parte más de la Administración, y por tanto su nivel de coordinación con otros servicios públicos con competencias sobre el tema se convierte en una norma y no en una excepción.
Las organizaciones policiales modernas se caracterizan por la progresiva implantación en su seno de una nueva cultura que implica una actitud hacia el servicio y la colectividad diferente de la tradicional. Es en suma, un nuevo estilo de hacer policía. El trabajo en equipo; la policía comunitaria; la orientación a la resolución de problemas; la respuesta contingente al entorno concreto en que se actúe; la configuración de redes interrelacionados con el resto del sistema policial y con todos los agentes sociales que intervienen en el hecho, son algunas de las características de ese nuevo estilo policial, pero sobre todo es el nivel de implicación en el tejido social, lo que caracteriza la Policía moderna.
Los que podríamos denominar equipos de barrio deben ser los responsables colectivamente de la detección de problemas, propuesta de alternativas y seguimiento de resultados, de todo aquello que dentro de sus competencias afecte a la calidad de vida de los habitantes de la zona asignada. Mediante reuniones constantes de todo el equipo, se debe planificar estrategias y valorar resultados, pero sobre todo, debe potenciarse la aparición de un sistema de valores en el seno del pequeño grupo acorde a los objetivos generales de la organización y a las necesidades de la población. El equipo de barrio es el pequeño grupo de referencia con la fuerza suficiente como para condicionar las actitudes y los comportamientos de cada uno de sus miembros. El sistema organizativo actual de los diferentes cuerpos policiales, hace difícil, sin embargo, la creación de estos equipos.
Sin embargo, conseguir esto no es fácil. Uno de los principales problemas en el proceso de motivación de los policías locales, es la ambigüedad de las metas que se espera que deben alcanzar. Se parte generalmente del mito de que el trabajo policial es impredecible, y de que por tanto la programación y planificación del mismo sólo puede alcanzar algunos aspectos marginales. Esto hace que el establecimiento de objetivos y el control del nivel que se alcanza de los mismos, no suele referirse a los fines de la función policial, sino a los instrumentos cuantificables utilizados. Así, el número de denuncias formuladas, de detenciones realizados o de comunicados tramitados, suele constituir en muchas policías locales el principal sistema para marcar objetivos y por tanto para controlar su nivel de ejecución.
Estos datos son útiles para justificar el trabajo realizado o para proteger la organización de posibles acusaciones de inoperancia. Permite objetivar el trabajo realizado y por tanto cuantificarlo, plasmarlo en gráficas, estadísticas y memorias. Se pueden analizar resultados, compararlos con los ejercicios anteriores e incluso valorar el peso relativo de cada tipo de actuaciones en el conjunto de actividad policial. Sin embargo, estos datos objetivos se refieren casi a los medios utilizados para alcanzar su fin que sólo queda reflejado de manera indirecta. La demanda social y por tanto la finalidad de la actuación no se refiere, por ejemplo, al aumento de detenciones de ladrones de vehículos sino a la disminución del robo de los mismos, ni el aumento de denuncias de tráfico es el deseo último de los que piden mayor seguridad en las vías públicas o espacios de paso de peatones libres de vehículos estacionados en ellos. La represión es un instrumento más de los que puede disponer el policía, pero no un fin en sí mismo. Se puede realizar actividades de disuasión, prevención, información, investigación etc…, que, sin tener tampoco un carácter finalista, persiguen un mismo objetivo que la denuncia o la detención.
Los policías necesitan hoy actuar desde la actitud altamente positiva de prevención y anticipación de los problemas, de implicación personal en la resolución de todo tipo de conflictos y las búsquedas de alternativas en la movilización de recursos tanto públicos como privados para abordar esos problemas de manera global e interdisciplinaria. En definitiva, hablamos de pasar de una filosofía eminentemente reactiva a otra básicamente proactiva. Esto implica forzosamente la máxima implicación posible en el tejido social por parte de la policía, de toda la policía de hoy.
La seguridad, la calidad de vida, la resolución de problemas son cosa de la policía, pero también de los diferentes agentes sociales y en definitiva de todos nosotros.
Sin embargo, este concepto de prevención situacional, encuentra en la práctica, fuentes reticencias en el seno de los propios cuerpos policiales, acostumbrados a acudir al sistema penal y a trabajar desde una cierta lejanía de la colectividad en general. La policía en general, se mueve desde mediados de siglo, entre dos extremos que condicionan el estilo policial que se adopte en cada momento. El estricto cumplimiento de la ley y la aplicación discrecional de su profesionalidad ante los problemas concretos. Los policías, al igual que otros agentes sociales, se enfrentan directamente a problemas concretos para los que la simple aplicación de la ley no ofrece respuesta. Esto es muy frecuente en esa tenue frontera que delimita el ámbito de lo privado y de lo público. Las discusiones entre vecinos, los malos tratos en el seno de la familia, la indigencia, los atentados al medio ambiente, el fraude, el mundo del comercio y del consumo, la industria, el transporte, etc.. son campos en los que el policía recibe una creciente demanda social y para los que el sistema penal sólo es útil a partir de determinado nivel.
Uno de los elementos más característicos de las organizaciones policiales modernas, es sin duda la necesidad, de que la policía esté fuertemente implicada en la colectividad. Esta implicación comporta la integración plena en el tejido social y por tanto la máxima interrelación con diferentes entidades sociales.
Puede tratarse de asociaciones, instituciones o profesionales de todo tipo siempre que su marco de actuación confluya en la misma problemática social en la que trabaja la policía y sin embargo, los policías suelen ser reacios a que esa relación trascienda la mera colaboración.
En general se acepta, casi sin discusiones, que la eficacia de la policía depende en gran parte de la colaboración ciudadana. Se pide esa colaboración a los ciudadanos para que denuncien los delitos, para que aporten la información que conozcan o para que ayuden a la policía en sus investigaciones. En la experiencia policial de los últimos años podemos encontrar muchos ejemplos de sistemas diferentes de colaboración ciudadana con la policía. Así podemos encontrar desde los programas de alerta ciudadana, en los que ciudadanos voluntarios ayudan a la policía, hasta sistemas de autoprotección supervisados por la policía. En todos estos casos sin embargo, la filosofía dominante es la del ciudadano colaborador de la policía. La policía es, desde esta perspectiva, la organización que debe recibir la colaboración de la sociedad para poder ayudar desde sus conocimientos y atribuciones a esa misma sociedad.
Sin embargo hoy está concepción del ciudadano colaborador está ampliamente superada. En las sociedades modernas la policía trabaja cada vez, de manera interdisciplinaria, con múltiples agentes sociales que intervienen de alguna manera en el tema de la seguridad. La filosofía inherente a la policía comunitaria o de proximidad, por ejemplo, es que la policía por si sola no puede solucionar ninguno de los grandes problemas sociales en los que intervienen. Drogas, medio ambiente, violencia doméstica, delitos económicos, son algunos de los temas en los que la actuación policial es solo una parte de la solución y muchas veces la menos decisiva.
Las diferentes entidades sociales, tanto si son asociaciones como si son instituciones o bien profesionales de todo tipo, así como los ciudadanos en general, no son hoy para la policía una mera fuente de información o unos colaboradores potenciales. Son en sí mismos una parte trascendental para poder abordar eficazmente los diferentes problemas sociales. Son una parte integral del sistema de seguridad de las sociedades actuales. Por ello la interdisciplinariedad de la policía y la plena interrelación con el resto del tejido social son absolutamente imprescindibles.
Este trabajo interdisciplinario va más allá de la tradicional derivación de temas de unos servicios, de diferentes profesionales, de diferentes agentes sociales trabajando conjuntamente, interdisciplinariamente, para la resolución de un mismo problema desde una perspectiva globalizadota. Sólo desde una profunda actitud de mutua colaboración, de búsqueda en común de alternativas y soluciones, se puede abordar racionalmente un objetivo como puede ser la resolución de un problema social concreto, el mantenimiento de la seguridad ciudadana, o la mejora de calidad de vida de la población.
Es evidente que cada uno debe ceñirse a aquellos temas de su propia competencia. El policía es ante todo una parte del aparato de control social formal d cualquier estado, y por tanto su misión primordial es velar por el cumplimiento de la ley y la persecución del delito, pero no es este su único papel en las sociedades modernas.
Hoy en la práctica se está configurando un nuevo rol para la policía. La sociedad actual ya no ve al policía únicamente como un profesional del control social, como la fuerza al servicio de la ley, sino además, como un potente modulador de conflictos, un factor de mediación e integración social.
Hoy se la pide al policía que sea un profesional de la seguridad, de la integración social, de la calidad de vida, pero sobre todo, se le pide que actúe de una forma determinada, que actúe con una actitud de auténtica implicación en los problemas en los que interviene. Lo más importante no es en qué materias interviene, sino deque forma se hace esta interpretación.
La población no se conforma con la confección de un informe o con la detención de un delincuente. No se conforma con una respuesta burocratizada, ni acepta que lo que para él en ese momento es un grave problema, para el policía sólo represente una anécdota o algo de escasa importancia y que por tanto actúe de manera rutinaria o desconsiderada.
Hoy se pide a la policía respuestas y soluciones concretas, un elevado nivel de conocimientos profesionales, una fuerte implicación en los temas, una actitud claramente positiva en la mediación y de búsqueda de alternativas. Se pide en definitiva profesionalización.
Nuestro modelo policial debe adaptarse a la estructura política y territorial de nuestro estado, a la cultura y mentalidad de los ciudadanos, con sus tradiciones y ajustarse al contexto social y político del momento.
Los cuerpos de policía en nuestro país se constituirían en función de su ámbito de actuación:
• En el territorio nacional se constituiría un cuerpo único, resultado de la unificación del Cuerpo de la Guardia Civil y del Cuerpo de la Policía Nacional. Este cuerpo desempeñarían sus funciones en todo el territorio nacional.
• Un cuerpo de Policía Autonómica que desarrollará sus funciones en el ámbito territorial de la comunidad autónoma y en el ámbito de la administración local, pasando los cuerpos de Policía Local a integrarse en el cuerpo de la Policía Autonómica.
Por tanto, conformaríamos un modelo policial en nuestro estado compuesto únicamente por dos cuerpos de policía: el Cuerpo Nacional de Policía y el Cuerpo de Policía Autonómico. Ambos cuerpos estarían altamente profesionalizados y especializados, ofreciendo a sus miembros un amplio abanico de posibilidades para seleccionar la especialidad que más se ajuste a sus demandas personales y con la que se sienta realizado en el desempeño de sus funciones, logrando con ello una mayor integración en su labor como policía y un aliciente más para la lucha contra la desmotivación y la apatía. +Las especialidades estarán adaptadas y serán exigibles conforme a las demandas que sugiera la seguridad ciudadana, como es por ejemplo la ciberdelincuencia, la inmigración regular, la violencia de género, delincuencia juvenil o de menores, el crimen organizado, etc…
Asimismo, disminuyendo el número de Cuerpos, se obtendría una mejor gestión de los recursos tanto humanos como materiales y por consiguiente una disminución en las tareas burocráticas, dando lugar a la prestación de un servicio más rápido y efectivo, evitando una duplicidad de tareas y esfuerzos.
Se evitaría o, en todo caso, se disminuiría la descoordinación existente entre los actuales cuerpos de Policía que, desgraciadamente ha dado lugar a situaciones esperpénticas como el tiroteo ocurrido hace algún tiempo en el País vasco, entre miembros del Cuerpo de la Policía Nacional y miembros del Cuerpo de la Guardia Civil al confundirse mutuamente con terroristas.
Con este sistema encontraríamos más facilidad para potenciar la cooperación entre ambos cuerpos, dando un más y mayor rendimiento a los recursos existentes.
Este modelo policial debe regirse por unos principios básicos:
• Un sistema descentralizado
• Un sistema democrático
• Un sistema europeo
• Un sistema de cooperación
• Un sistema integral
También sería interesante recuperar el concepto de agente de la autoridad, considerando que éste se ha perdido progresivamente en las últimas décadas, dando lugar a una sensación de desprotección y abandono por parte del sistema a los miembros del colectivo policial. Difícil tarea es motivar a los agentes de la autoridad para el ejercicio de sus funciones cuando se le deniega tal carácter
domingo, 30 de noviembre de 2008
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